Excerpt from Espejo de Papel by Susana Wald
Susana Wald
In my dream I see a large group of people arriving. In a very orderly fashion they are getting organized to set up a public event. They are normal people, not actors. There are many others helping them.
This will be a potluck meal, one to which we all contribute. Food appears on the tables in the kitchen, dining room and terrace. Salads, cold soups, breads, meat in cold cuts like those the Germans and Italians make and I love. Looks as if this must be a meal served outdoors, in the garden, the size of a football stadium or something like it.
Someone brings polenta. I love polenta. I remember that the first food we have when the famine is finally over after the end of the Second World War, is made out of corn. It is a polenta my mother learns to make with a very coarse kind of corn, probably animal feed, but I’ll tell you, it is delicious! It is made in a pan and I have to take it to the bakery to be put in a very large oven. The bakery is the only place that has fuel and the lineups waiting in the cold for your turn to hand in the pan and later to pick it up are very long. I remember that to my child’s eye it is a wonder to see that the baker puts a number written on a piece of paper on top of the corn and hands me another one with the same number, and that I see later that the paper on top of the baked polenta is brown, but has not burned.
Someone else brings chirimoyas, custard apples in a pick-up truck. I eat this fruit in Chile, for the first time. It is my favorite, but a truckload is nevertheless too much.
Mientras vago de habitación en habitación veo que llega un gran grupo de gente. Se están organizando de manera muy ordenada para instalar un evento público. Son gente normal, no actores. Hay muchos otros ayudándoles.
Esta va a ser una comida “de traje” a la que todos contribuimos. La comida aparece en las mesas de la cocina, el comedor y la terraza. Ensaladas, sopas frías, panes, carne, fiambres como los que hacen los alemanes y los italianos; me gustan mucho. Parece que va a ser una comida que se servirá puertas afuera, en el jardín del tamaño de una cancha de fútbol o parecido.
Alguien trae polenta. Me encanta la polenta. Recuerdo que es la primera cosa que comemos cuando por fin termina la hambruna tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Está hecho de maíz. Es una polenta que aprende a hacer mi madre con un maíz molido muy grueso, probablemente comida para animales, ¡pero sí es delicioso! Está hecho en un molde bajo que tengo que llevar a la panadería para que se ponga en un horno grandísimo. La panadería es el único lugar que tiene combustible y hay largas colas en el frío para entregar el molde y más tarde recogerlo. A mis ojos de niña es maravilloso ver que el panadero pone un trozo de papel con un número encima del maíz y me pasa otro con el mismo número; veo más tarde que el papel encima de la polenta horneada está color café, pero no se ha quemado en el horno del panadero.
Alguien más trae chirimoyas en una camioneta pick-up. Esta fruta la como por vez primera en Chile. Es la que más me gusta, mi fruta favorita. Pero una camionada de todas maneras me parece excesiva.